FORMACIÓN ÉTICA Y CIUDADANA

FORMACIÓN ÉTICA Y CIUDADANA 2
Programa - Primer semestre
Unidad 1 - Ética, vida cotidiana y ciudadanía
Valores comunitarios
Dilemas éticos rurales
Derechos en ámbitos rurales
Organización comunitaria
Unidad 2 - Identidad cultural y democracia
Respeto a la diversidad
Instituciones locales
Acceso a la justicia
Unidad 3 - Derechos humanos y ambiente
Conflictos socioambientales
Educación ambiental ética
Actividades Propuestas para Formación Ética y Ciudadana 2
Unidad 2: Identidad Cultural y Democracia
Enfoque: Relacionar la identidad cultural, el respeto a la diversidad y las instituciones locales con la problemática ambiental.
Actividad 1: "Diversidad Cultural y Medio Ambiente"
- Descripción: Analizar cómo las culturas locales (incluidas las comunidades rurales y originarias) interactúan con el medio ambiente y cómo estas prácticas pueden inspirar soluciones sostenibles.
- Tareas:
- Investigar cómo las comunidades locales han gestionado históricamente los recursos naturales (agua, suelo, biodiversidad).
- Reflexionar sobre cómo estas prácticas reflejan valores culturales como el respeto a la naturaleza y la solidaridad comunitaria.
Actividad 2: "Instituciones Locales y Gestión Ambiental"
- Descripción: Evaluar el papel de las instituciones locales (municipios, cooperativas, organizaciones comunitarias) en la gestión de problemas ambientales.
- Tareas:
- Investigar qué acciones realizan las instituciones locales para abordar problemas ambientales como residuos, contaminación o deforestación.
- Analizar si estas instituciones garantizan un acceso equitativo a los recursos naturales y si promueven la participación ciudadana.
6 de octubre
Ética, derechos y participación en contextos rurales
Las últimas jornadas de trabajo nos han permitido construir un andamiaje conceptual que conecta la ética cotidiana con los marcos jurídicos y políticos que regulan la vida en comunidades rurales. Partimos de analizar cómo valores como la solidaridad, el respeto y la cooperación —materializados en prácticas como las mingas o el topamiento de tierras— son tanto estrategias de supervivencia como expresiones de una ciudadanía activa. Estos principios, lejos de ser abstractos, se confrontan diariamente con dilemas concretos: cómo distribuir agua escasa o cómo heredar la tierra sin fracturar la unidad familiar.
Avanzamos luego hacia una reflexión sobre los derechos políticos en el ámbito municipal, donde la teoría de la democracia deliberativa (de Habermas a Cohen) nos mostró que el voto es solo el punto de partida. Mecanismos como los presupuestos participativos o las audiencias públicas vinculantes emergen como herramientas para transformar la participación de ritual esporádico en proceso continuo, aunque su efectividad depende de condiciones como la transparencia informativa y la igualdad sustantiva entre participantes.
La discusión sobre derechos colectivos de pueblos originarios introdujo una crítica profunda al modelo homogenizador del Estado. Conceptos como pluralismo legal (Sousa Santos) y interculturalidad crítica (Walsh) nos ayudaron a entender que la tierra para comunidades tonocotés o vilelas no es un recurso económico, sino un territorio existencial donde se entrelazan memoria, espiritualidad y soberanía alimentaria. La protección de sus saberes ancestrales exige, por tanto, reconocer derechos epistémicos que prevengan su folklorización o apropiación extractiva.
Finalmente, estos marcos teóricos se revelaron insuficientes sin considerar los desafíos específicos de la ruralidad santiagueña: la brecha entre legislación nacional y prácticas locales, la tensión entre tradición e innovación en jóvenes rurales, y el peligro de que la participación se convierta en un privilegio urbano. La síntesis de este recorrido es clara: la construcción de justicia en estos territorios requiere dialogar con las escalas globales sin perder raíz, y diseñar políticas que traduzcan principios universales en respuestas situadas. El verdadero aprendizaje, entonces, no está en dominar teorías, sino en saber interrogarlas desde la realidad de nuestros suelos y gente.13 de octubre
Respeto a la diversidad - Más que tolerancia, diálogo de saberes
*El respeto a la diversidad* es un principio ético y político que nos invita a reconocer que cada persona y comunidad construye su identidad a partir de historias, creencias, lenguas y prácticas distintas. En nuestras zonas rurales, este respeto se vive diariamente: cuando un joven que migró a la ciudad regresa con nuevas ideas y es escuchado, cuando las abuelas cocineras preservan recetas con hierbas del monte, o cuando las comunidades originarias comparten sus ceremonias en las escuelas. Sin embargo, este respeto exige ir más allá de la simple tolerancia —que a veces es solo aguantar al diferente— para construir un diálogo genuino donde todos los saberes tengan valor.
¿Cómo lograr que estas múltiples identidades no solo coexistan, sino que se enriquezcan mutuamente?
La respuesta podría estar en *la interculturalidad crítica* , un concepto desarrollado por la pedagoga Catherine Walsh. Esta perspectiva no busca solo "incluir" a los distintos en un molde único, sino cuestionar ese molde mismo. Por ejemplo: en lugar de solo agregar un "día del folklore" al calendario escolar, se trata de repensar si nuestra educación valora por igual los conocimientos académicos y los saberes ancestrales sobre las plantas medicinales o los ciclos de la luna para la siembra.
Pero el respeto a la diversidad también enfrenta desafíos concretos. En muchas comunidades, la migración juvenil hacia las ciudades vacía de fuerza joven los campos, y con ello se pierden tradiciones. También persisten prejuicios que llevan a discriminar a quienes hablan quichua o a quienes eligen formas de vida diferentes. Frente a esto, el verdadero respeto exige acciones concretas: políticas públicas que protejan las lenguas originarias, escuelas que enseñen la historia local desde múltiples miradas, y medios de comunicación que amplifiquen las voces silenciadas.20 de octubre
Identidad cultural y democracia
Tema: Instituciones locales - Puentes entre la comunidad y el EstadoEn el corazón de cada paraje, pueblo o ciudad de Santiago del Estero late una pregunta fundamental: ¿cómo hacemos para que nuestras necesidades, sueños y derechos se traduzcan en acciones concretas? La respuesta está en las instituciones locales: esos espacios —a veces un edificio, a veces una reunión bajo un algarrobo— donde lo cotidiano se encuentra con lo público, y donde la democracia deja de ser una idea abstracta para volverse una práctica viva.
Las instituciones locales —municipios, comisiones vecinales, cooperativas, escuelas— son como cajas de resonancia de la diversidad cultural que caracteriza a nuestra provincia. No son estructuras neutrales: reflejan cómo una comunidad se organiza, qué valora y a quiénes incluye o excluye. Por ejemplo, cuando una municipalidad decide celebrar una fiesta del folklore pero ignora los rituales de los pueblos originarios, está enviando un mensaje claro sobre qué identidades merecen ser visibilizadas.
En contextos rurales, estas instituciones enfrentan desafíos únicos:
La distancia geográfica que dificulta el acceso a trámites o servicios.
La escasez de recursos que limita su capacidad de acción.
La tensión entre normas estatales y prácticas comunitarias, como cuando una ley nacional choca con una costumbre ancestral sobre el uso de la tierra.
Sin embargo, también son espacios de enorme creatividad ciudadana. En Santiago del Estero, hemos visto cómo una comisión vecinal logró que llegara el agua potable a un paraje olvidado, cómo una cooperativa de mujeres artesanas revitalizó la economía local, o cómo un municipio implementó consultas populares para decidir cómo usar un predio. Estos ejemplos nos muestran que, lejos de ser estructuras rígidas, las instituciones pueden —y deben— ser herramientas moldeadas por la participación comunitaria.
Estudiar las instituciones locales, entonces, no es solo aprender sobre su funcionamiento formal. Es preguntarnos:
¿Quiénes tienen voz en estos espacios?
¿Cómo podemos hacerlas más representativas de nuestra diversidad?
¿De qué manera garantizan justicia y equidad para todos, especialmente para los más vulnerables?
Al final, fortalecer las instituciones locales es fortalecer la democracia misma.